Esas palabras cambiaron todo lo que creía saber sobre aquella noche y me recordaron cómo los pequeños actos de bondad pueden brillar con más intensidad cuando menos se esperan.
Resultó que la camarera había notado la incomodidad de mi cita y pagó la cuenta discretamente, evitándonos la vergüenza.
Este acto de generosidad me recordó que a veces la gente interviene para apoyarnos de las maneras más inesperadas, incluso cuando nos sentimos solos.
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